lunes, 23 de septiembre de 2013

La Historia del Capitán Naufragio


La Historia del Capitán Naufragio

Pequeños barcos, como de papel, navegando en olas azul celeste de suave tela remeciéndose con corrientes de aire; un recurso escénico que debe estar de moda pues se le ha visto en otros eventos. Transcurrieron algunos minutos y nada pasaba, incluso el público empezó a aplaudir en clara insinuación de que no había espectáculo, quizás por errores técnicos pero el incidente al cabo resultó un recurso para cobrar mayor atención del público.
Anunciada como presentación de títeres para adolescentes y adultos. Se escenificó en el Teatro Ocampo en el puro corazón de Cuernavaca, ni siquiera se vendieron boletos, pero hubo suficientes espectadores para la 23ª. Presentación de la historia.
Podríamos decir que fue un monólogo del único actor aunque hubo diálogos con grabaciones, preferentemente de voces femeninas. Los títeres sí estuvieron presentes en algunos momentos, incluyendo los de sombras al estilo oriental y niños guiñoles jugando en en dulce jardín del sueño americano. El recurso nuevo e interesante fueron las figuras robotizadas que pasaron también al centro del escenario, una como seductora damisela del tango y otra con cara de  pantalla digital que tuvo un efecto de gran impacto especialmente entre el público más joven.
La historia de un hombre solo que naufraga repetidas veces en las diversas pistas del circo de una vida, también se salva y se redime en diversas islas del proceloso mar. El guión aparece con diversos lugares comunes de la filosofía del ser individual, en cambio al tratarse del ser social se invocan frases interesantes y contundentes, como por ejemplo “Si no nos dejan soñar, no los dejaremos dormir” que se convirtiera en slogan de los Indignados de Barcelona. El monólogo incluye una crítica a la sociedad de consumo, a la mala democracia y a muchos males políticos y sociales que aquejan al ciudadano actual que puede ubicarse en cualquier lugar o en toda América Latina. Guión y escenografía fueron impulsados por mexicanos nacionalizados, todos ellos con el ojo crítico y agudo que suelen ponernos encima los oriundos en el Cono Sur.
Relativamente son escasos los recursos de vestuario, utilería y tramoya, cada uno cargado de simbolismos que se multiplican según el momento de la obra y el uso que se les da. Las estampas o cuadros que conforman la obra se acompañaron de una rica e intensa selección musical exquisitamente apropiada para resaltar momentos cumbre; los juegos de luces y proceso de iluminación también fueron magníficos.

Se conjugaron y aprovecharon recursos del FONCA y de la Secretaría de Cultura del Estado lo que resulta muy afortunado en este trágico y peligroso mar en que se ha convertido el otrora bello Estado de Morelos.

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